Lenguaje y acción



Yo no hablo de política, pero hay algo de lo que me gustaría hablar.
El problema del lícito diálogo de confrontación de ideas son las ilícitas repercusiones que tiene en las "masas" menos formadas de la sociedad.
Contraponer ideas o exponer las mismas, aún con vehemencia, no tendría que ocasionar ninguna actuación desmesurada en una sociedad saludable. El problema lo tenemos en la sociedad y no en el lenguaje.
Se deben depurar responsabilidades cuando infringimos las reglas de convivencia, utilizando un lenguaje grosero y lejano a unos mínimos de cordialidad y respeto, incluso, se deben rendir cuentas a la "ética" cuando aún sabiendo que utilizamos un lenguaje incendiario, nuestro fin es provocar actos que justifiquen nuestras acciones o posiciones políticas.
Cuidar el lenguaje es esencial en épocas en las que los actos se miran con lupa y las frases caen en un mínimo terreno de la susceptibilidad. Es importante tener presente que lo que para unas personas civilizadas es discusión, mitin o coloquio, para otros, es el pistoletazo de salida para dar rienda suelta a los instintos más primitivos y menos cercanos al género humano.
Hay personas que no entienden de palabras, prefieren el diálogo de la violencia al razocinio.
Hechos como los acontecidos en Madrid y Barcelona, probablemente no sean hechos aislados, y tendrían que llevarnos a una profunda reflexión a la hora de calibrar las consecuencias del causa-efecto.
No es un problema de ultraderecha o ultraizquierda, es un problema de formas y civismo.

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